Veamos el mobiliario
litúrgico del templo es decir, el conjunto de muebles y enseres que adornan
o completan el templo:
PILA DE AGUA BENDITA: Es lo primero que se
encuentra, al entrar en una iglesia, es una o dos pilas de agua bendita. Es
un símbolo: purificarnos antes de comenzar una acción litúrgica en el
templo sagrado. Esta agua bendita es un sacramental, que debemos aprovechar
con devoción, fe y reverencia.
PILA BAUTISMAL: Los antiguos
baptisterios han quedado hoy reducidos a una pila de piedra o de mármol,
más o menos grande y artística. Se la coloca en un ángulo de la Iglesia contigua al
cancel, también en una capilla separada por una verja. Hoy se tiende a
emplazarlas en el presbiterio. A todo buen cristiano debe inspirar
agradecida devoción la pila, donde fue espiritualmente regenerado y hecho
hijo adoptivo de Dios y miembro de la comunidad eclesial.
PÚLPITO: Estaba adosado al muro o en alguno de los
pilares de la nave o del presbiterio. Hoy lo suplen los ambones o simples
atriles de la sede presbiteral con su micrófono. Desde el púlpito se
predicaban los sermones, la voz llegaba fuerte a la gente y el sacerdote
podía ver a todos desde el mismo.
AMBÓN: Es el lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios, hacia
el cual se dirige espontáneamente la atención de los fieles durante la
liturgia de la
Palabra. El Misal señala: “Conviene que en general este
sitio sea un ambón estable, no un atril portátil”. En la introducción al
Leccionario especifica: “un lugar elevado, fijo, dotado de la adecuada
disposición y nobleza, de modo que corresponda a la dignidad de la Palabra de Dios y al
mismo tiempo recuerde con claridad a los fieles que en la misa se prepara
la doble mesa de la
Palabra y del Cuerpo de Cristo”. Se usa sólo para
proclamar las lecturas, cantar o leer el salmo responsorial y el pregón
pascual, hacer la homilía y la oración de los fieles. No debe usarse para
el guía ni para el cantor o director de coro.
EL CONFESIONARIO: donde Cristo, a través
de su Iglesia, en la persona del sacerdote, administra y ofrece el
sacramento de la confesión para el perdón de los pecados de los hombres. A
partir del concilio de Trento, en el siglo XVI, aparecieron los
confesonarios cerrados a los lados, con paredes provistas de rejilla. Los
confesonarios actuales son funcionales y prácticos, y están situados en
lugares especiales de la iglesia o en capillas penitenciales.
LAS ALCANCÍAS: destinadas a recoger
las limosnas de los fieles, para el culto, la caridad de los necesitados, o
necesidades de la parroquia, para las vocaciones. Dichas alcancías sirven
para fomentar la caridad y la generosidad de todos.
LOS BANCOS: Para sentarnos y escuchar la Palabra de Dios, pasar
un rato de meditación íntima con el Señor.
LAS IMÁGENES: Ya sean pinturas o esculturas. Son
incentivos de devoción, medios de instrucción y elementos decorativos para
el culto de Dios y de los santos. No deben ser excesivos, deben ponerse en
justo orden, y no distraer la atención de los fieles. No son signos de
superstición ni de idolatría. A Dios Padre se le representa como un anciano
venerable. A Cristo: se le representa en el crucifijo, o el Sagrado
Corazón, o sus emblemas: Buen Pastor, el Cordero, el Pelícano. La figura
típica del Espíritu Santo es la paloma, o las lenguas de fuego. Los ángeles
son figuras aladas. El Vía crucis representa el camino de la cruz y las
escenas de la Pasión
del Salvador, recordándonos el camino doloroso de Jesús para salvarnos.
LAS LÁMPARAS: Las velas se encienden para los actos
litúrgicos. Siempre queda encendida una lámpara, la del sagrario. Ella es
fiel centinela que asiste día y noche, en nombre del pueblo cristiano, al
Divino solitario del sagrario, Jesús. Esa lamparita da fe de la presencia
real de Jesús sacramentado. Simboliza también nuestra vida que debe ir
consumiéndose al servicio de Dios, en el silencio de nuestra entrega
generosa y abnegada.
EL ÓRGANO: En el rito
latino ha sido el instrumento más tradicional. Existe para el órgano una
bendición ritual, antes de su inauguración para el culto. Así dice el
documento del Vaticano II: “téngase en gran estima en la iglesia latina, el
órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede
aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar
poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales” (SC.
nº 120).
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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