Independientemente de
las fiestas propias de la
Virgen la piedad popular ha recurrido a numerosas
prácticas piadosas no litúrgicas que hay que tomarlas como muestras del
cariño popular que su figura despierta en el pueblo cristiano. Estas
prácticas brotan de la fe y del amor del pueblo que considera a María no
sólo como Madre de Dios sino también como Madre de todos los hombres. La Iglesia exhorta a
todos sus hijos a aumentar su piedad con ejercicios piadosos que aprueba y
recomienda tal como la
Congregación para el Culto Divino ha dejado dispuesto en
numerosas Decretos y Cartas circulares siempre teniendo como referencia a
la liturgia que debe ser la fuente de inspiración y punto de referencia de
estos actos piadosos.
Dentro del variado
repertorio de prácticas piadosas en el culto a la Virgen podemos señalar
el sábado (sabatina), los triduos, quinarios, septenarios y novenas, el mes
de María, el Ave María, el Ángelus y el Regina Caeli,
la Salve,
el Rosario, las Letanías, el escapulario del Carmen y las medallas.
EL MES DE MARÍA: Es tradicionalmente el
mes de mayo, (excepto en Chile que es en el mes de noviembre), mes en el
cual el pueblo cristiano tiene un recuerdo especialmente mariano. Como cae
gran parte en tiempo pascual hay que enfocarlo entendiendo a María como el
fruto más perfecto de la
Pascua, ya que Ella fue la llena de Pascua y si hay
alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu es María.
EL AVE MARÍA: Es sin duda la oración
dedicada a la Virgen
más popular y extendida en todo el orbe católico. La primera parte de la
oración recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor, en el momento de
la Anunciación. Es
una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es
Dios mismo quien, por mediación de su ángel, saluda a María (Lc 1, 28).
"Llena eres de gracia, el Señor es contigo". A continuación se
añade el saludo de santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas
palabras llena del Espíritu Santo (Lucas 1, 42), y así se convierte en la
primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y
llamarán bienaventurada a María. Después, el Avemaría continúa con nuestra
petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte”. María nos entrega a Jesús, su Hijo,
que muere por nosotros y por nuestra salvación en la cruz y, desde esa
misma cruz, Jesucristo nos da a María como Madre nuestra (Juan 19, 26-28);
María es Madre de Dios y Madre nuestra, y por eso podemos confiarle todas nuestras
preocupaciones y peticiones, porque sabemos que Dios no le va a negar nada
(Juan 2, 3-5) y al mismo tiempo confiamos en que tampoco nos lo va a negar
a nosotros si es para nuestro bien. El papa Juan Pablo II nos explica
claramente el contenido del saludo de Isabel a su prima en la Carta Encíclica
“Redemptoris Mater” (nº
12) y asimismo el Catecismo de la Iglesia católica, en sus números 2676 y 2677
nos ilustra suficientemente sobre el contenido y significado de la oración
mariana más bella y conocida.
EL ÁNGELUS: Tiene una estructura
sencilla y está inspirado en las Escrituras. Recibe ese nombre por ser esa
palabra en latín por la que comienza la oración. El Ángelus es "una
invitación a conmemorar el misterio pascual, pues a partir de la noticia de
la Encarnación
del Hijo de Dios, pedimos ser llevados por su Pasión y su cruz a la gloria
de su Resurrección" (MC 41). Pablo VI en la Marialis
Cultus lo recomienda
especialmente pues santifica los distintos momentos de la jornada ya que se
debe rezar tres veces: en la mañana, mediodía y tarde aunque el rezo al
mediodía es el más extendido. Es una invitación a los hombres a hacer una
alto en su trabajo y consagrarlo al Señor con la oración. En tiempo pascual
se sustituye por el Regina Caeli.
REGINA COELI: “Regina Coeli” significa en latín “Reina del cielo”.
Regina Coeli es una
oración mariana y cristológica centrada en
la meditación del misterio de la Resurrección del
Señor, que se reza en el tiempo de Pascua, desde el Domingo de Resurrección
hasta Pentecostés, en lugar del "Ángelus".
Es la Oración para el tiempo
de Pascua.
Al igual que el
Ángelus, suele rezarse tres veces al día: al comenzar la jornada, al medio
día y al atardecer.
Es una manera de
consagrar el día entero a Dios y a la Virgen Santísima,
un modo de santificar, con una breve oración el trabajo o el estudio.
El papa recomienda a
todos los fieles el rezo del Regina Coeli con el cual meditamos el misterio más grande de
nuestra fe y nos llenamos de alegría "porque Cristo ha
Resucitado".
LA SALVE REGINA: Es una oración muy antigua pues ya existía en
el siglo XI. La Salve
es una oración que gusta por su brevedad y sencillez, por su ternura y
profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del
peregrino y la esperanza del creyente. Comienza con un saludo a base de
sucesivos piropos: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve”. Enseguida la nombramos con el
mejor titulo que posee: Madre y además, misericordiosa. Vida, dulzura,
esperanza son piropos de cariño destinados a ganarnos su benevolencia.
Continuamos pidiendo su mediación: “A ti llamamos los desterrados hijos de
Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. La Madre es nuestra
abogada, la que siempre nos ampara: “Ea, pues,
Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”. Si la Virgen no nos ayuda y
ampara ¿Quién lo hará? A continuación le hacemos la única petición que
contiene la oración: “y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto
bendito de tu vientre”. Termina la oración con una coda: “¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!” La coda, atribuida a San
Bernardo, es el broche final y la despedida de esta hermosísima oración que
concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María.
EL ROSARIO: Es una práctica
piadosa definida como el Salterio de la Virgen y que tiene una índole evangélica como
compendio de todo el Evangelio. El Catecismo nos dice que en su origen fue
una sustitución popular de la
Oración de las Horas. Es la devoción mariana por
excelencia y el papa Pablo VI lo recomienda muy especialmente en la MC: "Favorece la
oración contemplativa, que es a la vez alabanza y súplica, y han ensalzado
su eficacia a la hora de promover la vida cristiana y el empeño
apostólico" (MC 42). Históricamente se atribuye su invención a Santo
Domingo de Guzmán aunque ya se conocía antes su existencia y consistía en
el rezo de 150 Ave Marías, como un salterio mariano paralelo a los Salmos
que son también el mismo número. Fue el dominico Alano de la Roche quien difunde la
anterior atribución y le da gran difusión. Al principio sólo se rezaban Ave
Marías, después se introducen la meditación de los misterios, aportación
hecha por los cartujos. Alano de la Roche añade el Padrenuestro y propaga la
fórmula de quince Padrenuestros y cincuenta Ave Marías. Finalmente fue el
papa Pío V quien le dio la forma actual en la Bula "Consueverunt Romani
Pontífices" con los quince misterios (gozosos, dolorosos y gloriosos)
y el Padrenuestro y las Ave Marías. Ya en el S. XVII el jesuita español
Arias hace mención al uso de la jaculatoria final y del
Gloria añadiéndose también en ese siglo las letanías. El papa León XIII,
denominado “Papa del Rosario”, ha promulgado varias encíclicas sobre esta
devoción y nos dice que el rezo del Santísimo Rosario ha proporcionado
grandes beneficios a la
Cristiandad. Muy recientemente el papa Juan Pablo II en
su carta apostólica “Rosarium Virginis
Mariae” publicada el 16 de octubre de 2002 añadió
al rezo del Rosario los misterios luminosos como aportación de un Papa
mariano por excelencia.
Terminamos con la
recomendación del papa Pablo VI en la
MC: "Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige
una recitación tranquila y un ritmo reflexivo que favorezca en quien ora la
meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del
corazón de Aquella que estuvo más cerca que nadie de Él, y le ayude a
descubrir sus insondables riquezas" (MC 47). Los misterios son:
Gozosos (lunes y sábados), Dolorosos (martes y viernes), Gloriosos
(miércoles y domingos) y Luminosos (jueves).
La adjudicación de días
concretos a cada grupo de misterios no es algo inamovible y debe adaptarse
a los tiempos litúrgicos. Quiérese decir con eso
que, por ejemplo, si un día de Navidad cae en viernes no es propio decir
los misterios dolorosos por ser un día claramente gozoso.
LAS LETANÍAS: Aunque popularmente
así se considere, no forman parte del rosario ni son un colofón del rezo
del mismo sino una oración independiente. La prescripción del papa León
XIII de concluir el rezo del rosario con el canto de las letanías durante
el mes de octubre hizo que los fieles asociaran las letanías como una parte
final del rezo del rosario. Las letanías son pues, por sí mismas, un acto
de culto propio a la Virgen
pudiendo ser canto procesional o formar parte de otros actos culturales.
Las primitivas letanías de la
Virgen eran las que se cantaban en el italiano santuario
de Loreto (de ahí su nombre de Letanías Lauretanas) y Clemente VIII las
declaró como las únicas que merecían tal nombre siendo el papa Sixto V
quien aprobó las originales en el año 1587. Hoy día la Sagrada Congregación
de Ritos es la competente para aprobar las modificaciones habiendo
aparecido otras letanías posteriores.
LOS ESCAPULARIOS: Son otro elemento de
la piedad popular mariana, especialmente el del Carmen. Su extensión es
universal y es un “signo exterior de la relación especial filial y
confiada, que se establece entre la Virgen Reina y Madre del Carmelo, y los
devotos que se confían a Ella con total entrega y recurren con toda
confianza a su intercesión maternal”, tal como el Directorio sobre la
piedad popular y la liturgia nos indica claramente.
LAS MEDALLAS: que los fieles
gustamos de llevar colgadas al cuello, son asimismo testimonio de fe,
signos de veneración a la
Virgen María y expresiones de confianza en su protección
maternal
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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