“Navidad,
una gran alegría, que lo será para todo el pueblo” Reflexión
desde el Evangelio de Lucas 2, 1-20, con comentarios de los Padres de la
Iglesia Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Bran ocds |
Evangelio según San Lucas 2, 1-20 Sucedió que por aquellos días
salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.
Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria
Cirino. Iban todos a empadronarse,
cada uno a su ciudad. Subió también José
desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se
llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que
estaba encinta. Y sucedió que,
mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del
alumbramiento, y dio a luz a su hijo
primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no
tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos
pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su
rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los
envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No temáis,
pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha
nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”; y
esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado
en un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en
la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”. Y sucedió que cuando los ángeles,
dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos,
pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”
Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en
el pesebre. Al verlo, dieron a conocer
lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se
maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba
todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme
a lo que se les había dicho. Palabra del Señor REFLEXION 1. "FUERON PARA EMPADRONARSE CON MARÍA, SU ESPOSA,
QUE ESTABA ENCINTA". “Sucedió que por aquellos días salió un edicto de
César Augusto”. Nos preguntamos cómo vivía el mundo por aquellos días, Beda el
Venerable, monje benedictino del siglo
VI, nos da algunas pautas, ya que escribe: “No pudo haber una
señal más clara de la paz que la de reunir a todo el mundo bajo un solo
cetro, cuyo moderador Augusto, hacia el tiempo del nacimiento del Señor reinó
con tanta paz durante doce años, en que, pacificadas las guerras en todo el
mundo, pareció que se cumplía al pie de la letra el vaticinio del profeta, y
por esto dice: "Sucedió que por aquellos días salió un edicto”. También sabemos que cuando nace
Jesús, habían dejado
de existir los príncipes de los judíos y había pasado su imperio a los
emperadores romanos, a quienes los judíos pagaban tributo. Así se cumplió la
profecía que había anunciado que no faltaría un príncipe de la descendencia
de Judá hasta que viniera el que había de ser enviado (Gn 49,10.) “Ordenando que se empadronase todo el mundo. Este
primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino”. Podemos deducir que César Augusto quería saber cuántos habitaban
la tierra “Ordenando que se empadronase todo el mundo”, no obstante los
datos consta que muchos puntos de la tierra habían sido empadronados otras
veces en particular, y en este caso lo que queda claro es que; “Este
primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino” Otro
aspecto que nos relata el Evangelio, es:
“Iban
todos a empadronarse, cada uno a su ciudad”. Por disposición superior se hizo la
inscripción del censo de tal modo que se mandaba que cada cual fuese al
pueblo donde había nacido. Es así como nos queda claro algunas situaciones y
actitudes muy importantes, entre las cuales podemos destacar que Nuestro
Señor fue concebido en un sitio y nació en otro y que este edicto obligaba a
la Madre a ir a su patria, que ya habían anunciado los profetas, esto es, a
Belén de Judea. Así es como el Evangelio relata que María junto a José van; "a la
ciudad de David, que se llama Belén". Belén
quiere decir casa del pan. Y nuestro Señor nos ha dicho: "Yo soy el pan
vivo que bajé del cielo" (Jn 6,41) Con lo anterior entonces se había cumplido ya la promesa
que Dios hizo a David (que había de nacer de su descendencia el rey inmortal
de los siglos) Y prosigue: "por ser él de la casa y familia de David". Como José era de la descendencia
de David, ha querido decir el evangelista que la Santísima Virgen también era
de la misma familia, porque la ley divina mandaba que se casasen los
descendientes de una misma familia, por esto el Evangelio relata: "para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta". “En sentido místico se empadrona
el mundo cuando ha de nacer el Señor, porque aquél que aparecía en carne
mortal, debía inscribir a sus escogidos en la eternidad”. (San Gregorio Magno) “Por último, para hacer ver que el censo se
hace con justicia, vienen a obedecerlo José y María, esto es, un justo y una
virgen; aquél, que había de proteger al Verbo y ésta que había de darlo a luz”.
(San Ambrosio). San
Gregorio Magno dice: “El lugar en que nace el
Señor se llamaba antes casa del pan, porque había de suceder que aparecería
allí, según la carne, aquel que había de robustecer las almas de sus escogidos
con una saciedad interior” 2. “Y SUCEDIÓ QUE, MIENTRAS ELLOS ESTABAN ALLÍ, SE LE
CUMPLIERON LOS DÍAS DEL ALUMBRAMIENTO”. San
Lucas explica brevemente el modo, el tiempo, y aun el lugar, en que
Jesucristo nació según la carne, diciendo: “Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le
cumplieron los días del alumbramiento”. El modo, en realidad de verdad, porque como desposada
había concebido, pero como virgen había engendrado. He aquí,
los misterios que
Dios nos entrega y de los cuales nos invita a enamorarnos. Su único Hijo, aparece
en medio del mundo, como hombre, no obstante no se somete en todo a las leyes
de la naturaleza humana. En efecto, el nacer de la mujer demuestra la
naturaleza humana, sin embargo la virginidad, que había servido para aquel
nacimiento, manifiesta que es superior al hombre. María, su Madre, está
feliz, ella lleva con alegría, su origen es inmaculado, viene a la vida de
los mortales el Hijo Eterno, y viene en la pureza virginal a iluminar a todo
el mundo. Además nace en Belén no sólo para manifestar su distintivo de rey,
sino también por el sentido oculto de este nombre. Escribe Beda: “Pero el Señor no
dejará de ser concebido en Nazaret, ni de nacer en Belén hasta la consumación
de los siglos, porque cada uno de aquellos que recibiere la flor de su
palabra será convertido en habitación del pan eterno, siendo concebido cada
día por la fe en el seno virginal, esto es, en el corazón de los creyentes y
engendrado por el bautismo” “Y dio a luz a su hijo primogénito”, esta
frase, trae para algunos complicación, ya que no puede llamarse primogénito
sino aquél que tiene hermanos, así como se llama unigénito aquél que es hijo
único. Ante esto san Jerónimo da una explicación: “Todo unigénito es primogénito; pero no todo primogénito es
unigénito. Decimos que no es primogénito aquél a quien siguen otros, sino el
que ha sido engendrado primero. De otro modo, si no es primogénito más que
aquel a quien siguen sus hermanos, no hubieran tenido derecho a recibir las
primicias los sacerdotes hasta que no hubiesen nacido otros. Porque no
teniendo otro hijo, el primero era único hijo y no primogénito.” Y Beda dice que: “También es unigénito,
según la divinidad; primogénito, según la acepción humana. Primogénito, según
la gracia, y unigénito, según la naturaleza”. “Le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre,
porque no tenían sitio en el alojamiento”. Este versículo, nos habla que no
hubo quien recibiera al Niño, ni a su madre, tampoco hubo asistencia y ayuda
de otras mujeres, por tanto entendemos que María envuelve al Niño en los
pañales, y sirve a la vez de madre y de matrona. Aquél,
que viste a todo el mundo con tanta variedad de adornos, es envuelto en
pobres pañales, para que nosotros podamos recibir la primera vestidura es así
como lo expresa Beda; “Las manos y los
pies de Aquél que ha hecho todas las cosas son ligados para que nuestras manos
estén siempre dispuestas a obrar el bien y nuestros pies a marchar por el
camino de la paz”. Al respecto comenta San Juan Crisóstomo, (homilía in diem Christi natal).
“Además, si hubiera querido, pudo venir
estremeciendo al cielo, agitando la tierra y lanzando rayos. Pero no vino así
porque no quería perdernos, sino salvarnos, y quería también desde el primer
momento de su vida abatir la soberbia humana”. Por
esto, no solamente se hace hombre, sino hombre pobre, y eligió una Madre
pobre, que carecía incluso de cuna en donde poder reclinar al recién nacido.
Y se ve en la estrechez de un pesebre duro Aquel a quien el cielo sirve de
asiento, para poder ofrecernos las alegrías del reino de los cielos. Aquél
-que es el pan de los ángeles- está recostado en un pesebre para poder
fortificarnos. “Para mostrar que por la humildad
de que se había revestido nacía -por decirlo así- en lugar extranjero, no
según el poder, sino según la naturaleza”. (San Gregorio, homilía in Evangelia) 3. “HABÍA EN LA MISMA COMARCA UNOS PASTORES” “Había en la misma comarca unos pastores, que dormían
al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño se les presentó el Ángel
del Señor”. Nos
habla este versículo de un “Ángel del Señor”. Hemos visto como un ángel instruye a María y
como un ángel se había aparecido a José en sueños. En cambio a los pastores
se les aparece de una manera visible, como a hombres más sencillos, y
observamos que no se les apareció a los religiosos como los escribas y
fariseos, hombres que según los relatos evangélicos, estaban atormentados por
la envidia. En cambio, los pastores eran hombres humildes y sencillos,
observaban la antigua ley de los patriarcas y de Moisés. Hay, pues, un cierto
camino que conduce la inocencia a la sabiduría. “Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del
Señor los envolvió en su luz”, En muchos relatos bíblicos del antiguo testamento no
encontramos que los ángeles, que con tanta frecuencia se aparecían a los
patriarcas, se apareciesen rodeados de luz. Esta gracia debía estar reservada.
“En las tinieblas brilla, como luz de
los rectos” reza el Salmo 111,4. San
Ambrosio comenta: “Sale del seno de su Madre, pero resplandece como si
estuviera en el cielo; yace en un pesebre de la tierra, pero brilla con la
luz del cielo “Y se llenaron de temor”. Se asustaron con el milagro, fue
una sorpresa para ellos, no obstante el ángel que les había causado aquel
temor, se los transforma luego en alegría diciéndole: “No temáis,
pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo”. No
sólo al pueblo de los judíos, sino a todos los pueblos. La causa de la
alegría se manifiesta en el nuevo y admirable parto, el cual se da a conocer
por los mismos nombres, y el Ángel sigue: “os ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un salvador, que es el Cristo Señor”! El
primero de estos nombres, esto es, Salvador, significa la acción, y el
tercero, Señor, representa la majestad. Se entiende además en este versículo en
que tuvo lugar este nacimiento diciendo: "Hoy" y el lugar, cuando dice: "En la
ciudad de David"; y las señales, al añadir: “esto os servirá de señal: encontraréis un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. El que luego será
nuestro Buen Pastor, ha nacido en un pesebre, como un sencillo cordero. En
sentido místico, la aparición del ángel a los pastores cuando están
despiertos y la claridad divina que los rodeó, significan que a los que saben
guiar con solicitud su fiel rebaño, la gracia divina resplandece sobre ellos
con más abundancia. Y se debe
apreciar que la señal del nacimiento del Salvador no fue en un palacio, sino
que en un establo, no fue en ricas cunas de oro sino en humildes pesebre y
tampoco es envuelto en finas sedas, sino que en los pobres pañales que lo
envolvían. San
Maximino, (in sermone Nativitatis), nos comenta; “Pero, si a nuestra vista aparecen acaso humildes los pañales,
admiremos los conciertos de los ángeles. Si menospreciamos el pesebre,
levantemos un poco la vista y miremos esa estrella nueva en el cielo
anunciando al mundo el nacimiento del Señor. Si creemos en las cosas viles,
creamos también en las cosas admirables. Si discutimos lo que es humilde,
veneremos lo que es alto y celestial”. 4. “DE PRONTO SE JUNTÓ CON EL ÁNGEL UNA MULTITUD DEL
EJÉRCITO CELESTIAL” Para
que no pareciese pequeña la autoridad de un solo ángel, “de pronto
se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial”, Con
toda propiedad se llama ejercito celestial al coro de ángeles que viene,
porque obedece humildemente a aquel que será grande. Porque el que ha nacido
es Dios y hombre a la vez, y por tanto se canta con razón: “Gloria a
Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”. Un sólo
ángel, un enviado, es quien anuncia que ha nacido Dios, según la carne, y al
punto una multitud de espíritus celestiales prorrumpe en alabanzas al Señor. “De este modo rinde culto a Cristo y nos
instruye con su ejemplo para que, cuando uno de nuestros hermanos pronuncie
una palabra de la ciencia sagrada, o cuando nosotros mismos pensemos en cosas
piadosas, inmediatamente demos alabanzas a Dios con nuestro corazón, con
nuestra palabra y con nuestras obras” (Beda) También
alaban al Señor; “Gloria a Dios en las alturas” y desean también la paz en la
tierra para los hombres, añadiendo: “en la tierra paz a los hombres”, porque,
habiendo nacido el Salvador según la carne, tratan con dignidad a aquellos
que en otras situaciones despreciaron como enfermos y abatidos. Y esta paz,
pues, fue hecha por Jesucristo: El mismo nos reconcilió con Dios y con el
Padre, perdonando nuestros pecados y agrega San Cirilo; “pacificando a los dos pueblos en un solo hombre, y componiendo un
solo redil de los habitantes del cielo y de la tierra.” “Paz a los hombres en quienes él se complace”, esto
es, para aquellos que reciben bien el nacimiento del Señor. Así pues, no hay
paz para los impíos (Is 57), pero sí la hay abundante para los que
aman el nombre de Dios (Salmo 118) 5. “VAYAMOS, PUES, HASTA BELÉN” “Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se
fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos, pues, hasta
Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”. Todo lo
que habían visto y oído los pastores causó en ellos tal asombro que
abandonaron sus rebaños y, a pesar de ser de noche, marcharon a Belén
buscando la luz del Salvador. Y los
pastores, no dijeron veamos al Niño, sino que dijeron; “veamos lo
que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”. Esto es, cómo el Verbo, que ha existido siempre, ha sido hecho carne
por nosotros, porque este mismo Verbo es el Señor. “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y
la Palabra era Dios” (Jn 1,1-2). Esto es, veamos cómo el Verbo se ha
hecho a sí mismo, y se nos ha mostrado en su carne. San Ambrosio, nos enseña al respecto; (in Lucam, 1, 2). “Es de notar de qué modo tan especial pesa
la Escritura el sentido de cada palabra. Porque cuando se ve la carne del
Señor, se ve al Verbo que es su Hijo. Y no se crea que este ejemplo de fe de
los pastores es de poca importancia, a causa de que sus personas sean tan
humildes”. Se busca la sencillez y no la ostentación. Y
continúa el Evangelio: “Y fueron a toda prisa” para manifestar que el que busca a
Jesucristo no debe andar con pereza. “Y encontraron a María”, que era la que había dado a luz al Salvador,
"y
a José" que
era el protector del nacimiento, “y al niño
acostado en el pesebre”, esto es, al mismo Salvador. Está
en el orden natural que, una vez celebrada dignamente la encarnación del
Verbo, se venga a contemplar su misma gloria. “Al verlo, dieron a conocer lo que les
habían dicho acerca de aquel niño”. Ciertamente, no satisfechos los
pastores con creer la dicha que les había anunciado el ángel y cuya realidad
vieron llenos de asombro, manifestaban su alegría no sólo a María y a José,
sino también a todo el mundo. Y lo que es más, procuraban grabarla en su
memoria. “y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores
les decían”. ¿Y cómo no habían de maravillarse
viendo en la tierra a Aquel que está en los cielos, y reconciliado en paz lo
celestial con lo terreno, a aquel inefable infante, uniendo entre sí lo que
era celestial por su divinidad con lo que era terreno por su humanidad, y
haciendo en esta unión una alianza admirable? No
sólo se admiran por el misterio de la encarnación, sino también por el gran
testimonio de los pastores, que no podían inventar lo que no hubieran oído, y
que publican la verdad con una elocuencia sencilla. Dice San
Ambrosio. No son, por lo sencillas, despreciables
las palabras de los pastores, puesto que María les prestaba fe, según se ve
por lo que sigue: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las
meditaba en su corazón” Aprendamos la pureza en todas las cosas de la
Santa Virgen, la cual reunía en su corazón las pruebas de la fe con no menos
modestia en sus palabras que en su alma. Todo
lo que le había dicho el ángel, y todo lo que había oído a Zacarías, Isabel y
los pastores, todo lo conservaba en su corazón. Y comparando unas cosas con
otras, esta Madre de la Sabiduría veía que en todas ellas se probaba que era
verdaderamente Dios quien había nacido de ella. Dice San
Atanasio. “Todos, pues, se alegraban en el nacimiento
de Jesucristo, no de una manera humana (como suelen regocijarse los hombres
cuando nace un niño), sino por la presencia de Jesucristo y por el brillo de
la luz divina. "En fin -prosigue- los pastores se volvieron, no cesando
de alabar y glorificar al Señor por todas las cosas que habían oído". 6.
ESTAMOS
INVITADOS, JUNTO CON LOS PASTORES A LAS PUERTAS DE BELÉN Nos
invita este relato, imitar estos pastores con su contemplación hasta Belén, y
celebrar este misterio de la encarnación de Cristo con grandes homenajes.
Vamos también nosotros, al pesebre, con el mismo interés, con todo el fervor
de nuestra alma hasta la Belén del cielo. Es decir, hasta la casa del pan
vivo, para que merezcamos ver reinando en el trono de su Padre a Aquel a
quien vieron los pastores suspirando en el pesebre. No
debe buscarse tanta felicidad con tibieza e indiferencia, sino que debemos
desde este sencillo pesebre, seguir las huellas de Jesucristo con alegría.
Cuando los pastores lo vieron, le conocieron. También nosotros debemos
abrazar con suma diligencia y alegría todo lo que se nos ha dicho de nuestro
Salvador, para que podamos comprenderlo con pleno conocimiento en la otra
vida. Estamos
invitados, junto con los pastores a las puertas de Belén, allí nos encontraremos
la pureza virginal que debe tener nuestra Iglesia, representada en María, un
Justo hombre, doctor y guía espiritual representado en José; y la humilde
venida de Jesucristo, expuesta en las páginas de la Sagrada Escritura como al
Niño Jesús reclinado en el pesebre. El pesebre era también aquello que Israel
no conoció, según las palabras de Isaías: "Conoció el buey a su amo y el
asno el pesebre de su Señor" (Is 1,3) “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a
Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había
dicho”. Los pastores no guardaron en
silencio lo que habían visto, nosotros tampoco debemos guardar silencio, y
sin temor, es tiempo de enseñar al mundo lo que ha sucedido. En un sencillo y
humilde pesebre, ha nació el que dio “su vida por sus amigos” y nos llamó
amigos, porque todo lo que escucho de su Padre, (Jn 15, 13 ss) nos lo dio a
conocer para que todo el que crea
tenga por él vida eterna. (Jn 3,15) Feliz Navidad Pedro Sergio Antonio
Donoso Bran ocds Fuentes:
Texto Bíblico de la Sagrada Biblia de Jerusalén Comentarios
de los Padres de la Iglesia desde “Catenea Aurea” Mas sobre la Navidad en este
Enlace: NAVIDAD |
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