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"No
teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán" Mt 28, 8-15 Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Las
mujeres, que habían ido al sepulcro, después de oír el anuncio del Ángel, se
alejaron rápidamente de allí, atemorizadas pero llenas de alegría. La
redacción que hace San Mateo de este acontecimiento, es distinto a los otros
evangelistas, observemos que dice, atemorizadas pero llenas de alegría. En el
camino, les sale al paso Jesús. De pronto les sale al encuentro, debe haber
sido una sorpresa inmensa, entonces Jesús les saluda sonriente, porque les
dice, Alégrense. Pero hay
otras interrogantes, dice san Mateo, Las Mujeres, pero no dice cuales, luego
dice que habían ido, pero no dice cuando fueron. Otra interrogante es, si el
relato que hace san Marcos 16:9-11 y el que hace san Juan 20:11-18 se
refieren a este mismo relato de san Mateo. Si el único evangelio fuera el de
san Mateo, podríamos pensar que eran dos Las Mujeres. Es decir, María
Magdalena y la otra María habían ido solas por la mañana a visitar el
sepulcro y que se habían vuelto a comunicar la noticia a los apóstoles, y que
en el camino se les había aparecido Jesús. Pero si
leemos a san Lucas 24:19 y a san Juan 20:2, podemos decir que habían ido con
estas dos Marías otras varias mujeres.
También que Magdalena, si fue con ellas al sepulcro, no entró ni tuvo
conocimiento del anuncio del ángel sobre la resurrección del Señor, sino que,
tan pronto vio la piedra removida, pensó en un robo del cadáver y se volvió
corriendo a comunicarlo a Pedro, como lo relata san Juan 20:1-2. Por otra
parte, a través del evangelio de san Marcos y san Juan se sabe también que
Magdalena vio sola al Señor resucitado. Y hasta tal punto se dice esto, que
la aparición del Señor resucitado a Magdalena, tanto en el evangelio de Juan
como en el final deutero-canónico de Marcos, se narra esta aparición como
algo personal, destacado y exclusivo de ella. San Marcos 16:9 llega a decir
de las apariciones jerosolimitanas (en Jerusalén) del Señor que se apareció
primero resucitado a María Magdalena. Por otra
parte, la narración de Mateo sobre la aparición del Señor a Magdalena y a la
otra María no fue en el camino, a la vuelta del sepulcro, como parecería en
una lectura superficial del texto. Y esto no sólo se deduce de lo que dice
san Juan en 20:1-2, sino también porque las mujeres, a la vuelta del
sepulcro, saben, después del anuncio del ángel, que el Señor ha resucitado. Y
conforme a la orden del ángel, así lo manifestaron a los discípulos, aunque
éstos no lo creyeron como dice san Lucas 24:10-11. Más no dicen que hayan
visto al Señor. Pero
Magdalena, no habiendo asistido al anuncio del ángel en el sepulcro, ignoraba
la resurrección del Señor; tanto que, al llegar ella a Pedro y al otro
discípulo, (san Juan) piensa que han robado el cuerpo, san Juan 20:1.2. También se
sabe que, cuando las mujeres vienen del sepulcro a anunciar esto a los
discípulos, no estaban con ellos Pedro y el otro discípulo, pues éstos
salieron en seguida, san Juan 20:4, camino del sepulcro tan pronto como
Magdalena les comunicó que habían robado el cuerpo del Señor. A esto no
se opone lo que se lee en san Lucas 24:12, el cual, después de relatar que
las mujeres, entre las que cita la primera a Magdalena, vuelven del sepulcro,
añade que dijeron esto a los apóstoles (la resurrección y el anuncio del
ángel), y a continuación narra cómo Pedro fue corriendo al monumento. Lucas
sabía, aunque él explícita mente no lo relata, lo que había sido un tema muy
destacado en la primera tradición cristiana: la aparición del Señor
resucitado, privilegiadamente, a Magdalena. Y así la incluye globalmente en
el grupo de las mujeres a las que se les comunicó la resurrección del Señor. Más aún,
según el mismo Lucas, cuando las mujeres fueron a comunicar la resurrección
del Señor a los apóstoles no estaba entre ellas Magdalena. Pues los apóstoles
dicen a los discípulos de Emaús que nos asustaron ciertas mujeres de las
nuestras que, yendo de madrugada al monumento, no encontraron su cuerpo, y
vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que
vivía (san Lucas 24:22-23). Pero Magdalena no estaba con ellas durante esta
aparición, como se ha dicho. Por tanto,
si Magdalena fue la que vio primera (Marcos) al Señor resucitado; y si las
mujeres tuvieron también una aparición del Señor resucitado, que, en el
contexto de Mateo, fue muy de mañana, pues la sitúan a la vuelta del
sepulcro, del cual volvieron en seguida, y cuando fueron era muy de
madrugada; esta coincidencia de horas y de otros rasgos literarios entre los
relatos de Mateo y de Juan hacen ver que este relato de Magdalena está
íntimamente relacionado en los dos evangelistas. Para
resolver esta dificultad de la aparición del Señor en el camino a las mujeres
sin la presencia literaria de Magdalena, varios autores han supuesto un
segundo viaje de las mujeres al sepulcro, y en el cual tiene lugar esta aparición
de Jesús. Así se
salvaría que, en la primera vuelta del sepulcro para anunciar la resurrección
del Señor a los apóstoles, Magdalena no podía estar entre ellas, pues lo
ignoraba; y, como es citada expresamente en el contexto de Mateo, se
explicaría que, estando citada y no habiendo visto a Jesús, esta aparición no
pudo ser en la primera vuelta del sepulcro, sino en otra. Pero en
esta otra segunda visita, para excluir de ella a Magdalena, que tiene su
aparición sola y peculiar junto al sepulcro (Juan-Marcos), se supone que las
mujeres, después de transmitir el mensaje a los apóstoles, vuelven pronto de
nuevo al sepulcro, mientras Magdalena ya estaba allí con Pedro. Y en este
intervalo, en este segundo viaje, pero ya de vuelta las mujeres el sepulcro,
sería cuando tuvo lugar esta aparición del Señor y el mensaje a todas,
incluida ya Magdalena, anunciando a los apóstoles la resurrección del Señor. Esta
solución, basada en un segundo viaje al sepulcro, aparte que no está dicho ni
insinuado en el texto, no se ve, para justificarlo, ni necesidad exegética ni
tiene tampoco una satisfactoria explicación. Supone muchas cosas y parece
todo ello muy artificioso. De hecho, No explica a qué van estas mujeres al
sepulcro cuando ya sabían que el Señor había resucitado. No explica los
rasgos afines que hay entre el relato colectivo de Mateo y el personal de
Magdalena de Juan-Marcos. Caben otras
explicaciones sin recurrir forzosamente a ese segundo viaje. La solución hoy
más seguida por los autores consiste en identificar la aparición personal de
Juan (20:11-18) y Marcos (16:9-11) con la aparición colectiva que Mateo
refiere de las mujeres a la vuelta del sepulcro (Mateo 28:9.10). Los
fundamentos principales en que se basan para sostener esta identificación
son: Magdalena, según Mateo, como se ha notado (Mateo 28:19), vio a Jesús
resucitado. Según Marcos, Magdalena fue la primera que vio al Señor
resucitado (Marcos 16:9), y ella fue quien lo anunció a los apóstoles, pero
oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron” (Marcos
16:10.11). En el evangelio de Juan, cuando Magdalena va al sepulcro con las
otras mujeres y vuelve ella antes de la aparición de los ángeles, dice a
Pedro que no sabemos dónde han puesto el cuerpo. Es decir, se incluye ella
con otras. Es conocido, y muy usado en el evangelio de Mateo, el plural de
categoría, por lo que se atribuye a un grupo o colectividad, por algún motivo
real o literario, lo que sólo corresponde a una persona. Por lo que parece
que Mateo haya utilizado aquí este procedimiento literario, en cuyo caso la
aparición que pone de Jesús a las mujeres a la vuelta del sepulcro sería un
plural de categoría. De hecho, él sólo cita a María Magdalena y a la otra
María (Mateo 28:1:8), con lo que intentaría referir la aparición hecha sólo a
Magdalena, de tan gran resonancia en la primitiva tradición y catequesis
cristiana, aunque expresado por la categoría de aparición a mujeres. Los rasgos
afines que se hallan entre la narración de Mateo y la de Juan-Marcos: María
Magdalena es la misma protagonista en ambas escenas. Jesús saluda en ambas
apariciones, aunque en Mateo es un saludo vago y genérico y en Juan es un saludo concreto y personal.
En ambas narraciones, Magdalena abraza los pies del Señor. Por eso no hay
oposición ninguna entre el pasaje de Juan: No me abraces, y el de Mateo
cuando dice que las mujeres abrazaron los pies del Señor. Pues el texto de
Juan supone que Magdalena le abrazó los pies, pero que Jesús le manda después
que se retire. En ambas
narraciones, Jesús da el mismo encargo a las que lo escuchan: que vayan a los
discípulos a transmitir un mensaje. Mateo destaca la aparición en Galilea;
Juan, la próxima ascensión o vuelta al Padre, que tan acentuadamente está en
el cuarto evangelio. Así, puede
concluirse: que Mateo 28:9.10 y Juan
20:11-18 se refieren a lo mismo, es decir ambas apariciones deben de ser la
misma. El texto de Mateo no exige que
la aparición de Jesús a las mujeres se realice en el camino, ya que puede ser
muy bien una forma de redacción Luego san
Mateo nos dice que mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la
ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Según el
relato, la guardia romana puesta en el sepulcro huye, ante el hecho del ángel
aterrador y el sepulcro abierto, a comunicar la noticia y justificarse. Había
que dar una explicación de alguna manera de aquel suceso. Hay una reunión de
gentes sanedritas — Josefo habla del papel de estas reuniones de jefes judíos
en esta época y de sus repercusiones — y se apela al dinero. Aquella
soldadesca mercenaria aceptaba fácilmente aquella propuesta: mientras
dormían, habían robado el cuerpo. Mas a quien lo pensase, no le parecería
verosímil: ¿cómo dormir en una custodia, que era gravemente punible en el
código militar? ¿Cómo atreverse nadie ante la tropa, máxime sus discípulos, a
intentar violar un sepulcro? ¿Cómo no despertar ante el ruido de gentes y de
instrumentos y del rodaje de la piedra sepulcral? Alguna explicación había de
darse. Las gentes sanedritas se comprometían a apaciguar al procurador si la
noticia llegaba a él. Si a ellos no les interesaba el asunto, menos había de
preocuparle aquel enojoso asunto a Pilato. La “noticia se divulgó entre los
judíos hasta el día de hoy” (Mateo). Se está reflejando el hecho polémico de judeocristianos,
en la iglesia mateana, en la época de la composición del evangelio. San Justino
(t c.165), en su Diálogo con el judío Trifón, le dice: “Vosotros,
apenas supisteis que (Jesús) había resucitado de entre los muertos, no sólo
no hicisteis penitencia, sino, como antes dije, escogisteis a hombres
especiales y los enviasteis por toda la tierra que fueran repitiendo a voz de
pregón que una secta sin Dios y sin ley se había levantado en nombre de un
Jesús de Galilea, que fue un impostor. “Nosotros — decíais — le crucificamos;
pero sus discípulos, habiéndole robado del sepulcro en que, desclavado de la
cruz, fue colocado, engañan ahora al pueblo diciendo que ha resucitado de
entre los muertos y subido al cielo.” La
afirmación de San Justino procede de una fuente distinta del evangelio de
Mateo. La calumnia no sólo corrió por Palestina, sino por Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |
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