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Fr. Julio González C. OCD TIEMPO DE PASCUA PALABRA Y ESPIRITUALIDAD Pastoral de Espiritualidad Frailes Carmelitas Viña del Mar – Chile |
PASCUA OCTAVA DE PASCUA CICLO A LUNES MARTES MIERCOLES JUEVES VIERNES SABADO LUNES DE Lecturas: a.- Hch. 2,14. 22-32: Dios resucitó a Jesús b.- Mt. 28, 8-15: Aparición de Cristo a las
mujeres c.- S. Juan de Estamos en la semana de Los apóstoles anuncian la verdad de la
resurrección, verdad que enrostran a los propios judíos que lo colgaron y
mataron en una cruz, pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Es el primer
Kerigma, el primer anuncio de Pedro, proclamación pública y testimonio
personal de Jesucristo resucitado. Se cumplen las palabras de Joel 3,1-5 y el
Salmo 16,8-11 acerca de este anuncio (v. 16 y v.25) de salvación y de cómo
Dios resucitará a su siervo, sobre todo las palabras: “No me entregarás a la
muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción” (v. 27); con su
resurrección, culmina el proyecto de Dios El evangelio nos narra dos acontecimientos
relacionados con Cristo resucitado. El primero es la aparición del Resucitado
con Un segundo, hecho de este evangelio, se trata de
la falsa noticia sobre el sepulcro vacío de Jesús. Los sumos sacerdotes y los
ancianos compraron el silencio de los guardias, a quienes les mandaron decir,
que el cuerpo de Jesús, lo habían robado los apóstoles, de noche, mientras
ellos dormían. Es al cristiano de a pie, hoy quien tiene la
responsabilidad de anunciar a Jesucristo resucitado, como lo hicieron los
apóstoles y Creer en la resurrección de Cristo significa que
ese hombre, esa mujer, pasó de las tinieblas de la muerte y del pecado, al
gozo de la vida de resucitado, vida de gracia y de fe renovada. La
resurrección de Cristo, como dato fundamental de nuestra fe, inaugura una
nueva creación, donde la muerte, el pecado y el demonio no tienen ya la
última palabra, ellos fueron vencidos, sino la vida, la gracia de Dios y su
amor salvador. La vida verdadera de Cristo resucitado, atraviesa las sombras
de la muerte y vence, lo mismo sobre el pecado y el demonio, para todo hombre
y mujer que crea en Jesucristo, el Señor, Resucitado. La fe en ÉL es la vía
de la salvación ayer, hoy, y siempre. San Juan de MARTES DE Lecturas: a.- Hch. 2, 36-41:Convertíos y bautizaos b.- Jn. 20,11-18: He visto al Señor y ha dicho
esto c.- S. Juan de “¿Qué hemos de hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos” (vv.
37-38). Esta fue la reacción de los judíos al finalizar Pedro, su primera
prédica. Conversión y bautismo en nombre de Jesucristo, para el perdón de los
pecados, y recibir el Espíritu Santo,
puesto que la promesa de salvación es primeramente para los judíos, luego
para todo el que crea. Ese mismo Jesús que “vosotros habéis crucificado”
Dios lo ha constituido Señor y Mesías (v. 36). De la máxima humillación, como
fue Es precisamente en el sacramento de la
reconciliación, conversión, donde El encuentro de Cristo con María Magdalena, encuentro del Maestro y la
discípula, sólo que en otro plano o estadio. Aquel a quien ella creía era el
jardinero, era, en realidad, Jesús resucitado. Escuchar su nombre de los
labios de Jesús la hace reaccionar: “María” (v.16), ella que tantas veces
había escuchado su voz postrada a sus pies aprendiendo a ser discípulo, lo
reconoce: “Rabbuní” (v.16). Es el amor a Jesús, la que mueve a María a venir
al sepulcro a llorar, mas la presencia de Aquél que ama, hace del relato un
encuentro vivo y convincente. Postrada ahora a los pies del Señor Jesús,
surge la fe verdadera, que la lleva a la adoración personal, íntima,
privilegiada quizás, respecto a los otros discípulos. Una verdadera lección
de cómo deben adorar los auténticos discípulos del Señor. El Cristo, que los discípulos deben adorar es el
Cristo que asciende a los cielos, la adoración de María Magdalena ocurre
antes de La pecadora convertida, los discípulos
convertidos, por MIERCOLES DE Lecturas: a.- Hch. 3, 1-10: Pedro y Juan sanan a un lisiado. b.- Lc. 24,13-35: Los discípulos de Emaús. c.- San Juan de La curación del paralítico llevada a cabo por
Pedro y Juan, es claro signo del poder del resucitado, en su santo Nombre,
obran el prodigio, el lisiado pudo caminar. Quizás éste hubiera preferido una
suculenta limosna, pero ahora que puede caminar, puede decir que Jesús le
cambió la vida, tendrá que trabajar claro, pero será mejor que estar pidiendo
limosna a la puerta del Templo. El Nombre de Jesús, evoca su Persona y su
autoridad, más aún su poder sanador, con el cual actúan sus apóstoles hablan
y obran prodigios, a ÉL debe dirigirse también el enfermo y poner su
confianza en que lo sanará. Ese Jesús taumaturgo, del cual quizás oyó hablar
el lisiado, Pedro quiere dejar en claro, que está vivo, conserva el mismo
poder que poseía entonces y ha sido constituido en Mesías y Señor, luego de
su Pasión y Resurrección por el Padre (Hch. 2, 36). Será, en el segundo
discurso de Pedro, donde se explica el significado del Nombre de Jesús y por
el cual vino la salud al lisiado (Hch. 3, 11-26). En el relato de la aparición de Cristo resucitado
a los discípulos de Emaús, encontramos toda una catequesis bíblica,
eucarística y eclesial. Quizás nos sirva pensar que también nosotros como
ellos, pasamos del desencanto de Jesús de Nazaret, hasta cuando comprendemos
que debía sufrir Por el testimonio de Como caía la noche, los discípulos invitan al caminante a cenar “y entró a quedarse con ellos. Y sucedió
que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición,
lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron,
pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: “¿No estaba ardiendo
nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (vv.
28-32). El Resucitado les iluminó las mentes con Los discípulos de Emaús, nos enseñan a anunciar al
resucitado, desde nuestra experiencia personal en la comunidad eclesial y
fuera de ella. Siempre será necesario hacer el camino de Emaús, con Cristo,
desde las Escrituras, Que no pase “disimulado” Cristo por nuestras
vidas, ni en la sociedad sino que tengamos fe para reconocerle. Esa es la
invitación de Juan de JUEVES DE Lecturas: a.- Hch. 3,11-26: Dios ha resucitado a su Siervo. b.- Lc. 24, 35-48: Jesús resucitado se aparece a
los discípulos. c.- S. Juan de En Hechos encontramos ahora la explicación del
Nombre de Jesús y su poder de Señor, título con el Padre lo exalta, luego de
su máxima humillación en Pedro, une el nombre de Jesús y su personalidad, a
sus palabras y a sus obras prodigiosas. Hablar de Jesús desde ahora, será
hablar de su nombre y poder personal, un poder curativo con que contar, que
produce no sólo la salud física sino también la salvación integral del
hombre. Los apóstoles de algún modo son intermediarios entre Jesús resucitado
y la realidad del hombre concreto. Jesús, “jefe que lleva a la vida” (v.15),
introduce a los suyos por caminos de vida nueva, porque ha vencido la muerte
y posee la vida en su plenitud, Jesús es la vida para el que cree. La fe (v.16),
es colocada por Pedro en el centro de su discurso, sin la cual no hubiese
sido posible el milagro, ni tampoco poder invocar su Nombre. Es la fe la que
provocó el prodigio del lisiado, la salud física y espiritual. No se puede
dejar de mencionar la culpa de Israel en todo el misterio de La aparición de Jesús provoca el miedo y la
incertidumbre; les muestra sus llagas de manos y pies, y para convencerlos
definitivamente, les pide algo de comer. Son las pruebas que el Resucitado
aporta para que lo identifiquen con el Jesús de Nazaret que ellos conocieron
y con quien compartieron decisivas experiencias del Evangelio. Más tarde
viene el argumento de Es el kerigma, la fuente donde el cristiano ha de nutrir su vida de fe, apartarse de
él, es abandonar la fe o dejar de creer en Jesús resucitado, el que los
evangelios y la tradición apostólica nos han entregado en la comunidad
eclesial. Así como una de las condiciones para ser un buen discípulo es
aprender a escuchar, la misma recomendación hace Juan de VIERNES DE Lecturas: a.- Hch. 4,1-12: Ningún otro Nombre puede salvar. b.- Jn. 21,1-14: ¡Es el Señor! c.- S. Juan de Los discípulos Pedro y Juan frente al Sanedrín
proclaman a Jesús el Nazareno, muerto
y resucitado de entre los muertos. Luego de la sanación del lisiado, que
trajo consecuencias positivas, en cuanto muchos empezaron a creer en el
testimonio de los apóstoles. Por predicar en el templo, son apresados por los
sacerdotes y son interrogados por el Sanedrín: “¿Con qué autoridad o en
nombre de quien han realizado eso?” (v. 7). Pedro, lleno del Espíritu Santo,
les dirige la palabra, su tercer discurso. El devolverle la salud al lisiado
ha sido en nombre de Jesucristo, a quien ellos mataron crucificándolo, pero
que Dios resucitó, ÉL es la piedra angular, que ellos desecharon, pero que se
ha convertido en piedra angular. No se ha dado otro nombre bajo el cielo que
pueda salvarnos (vv. 9-12). Hay que hacer notar la fuerza expresiva y
argumentativa de Pedro, es la acción del Espíritu Santo, que comienza a guiar
el caminar de la naciente Iglesia de Jesucristo. La pesca milagrosa, se realiza por la palabra de
Jesús, ante la experiencia de los pescadores, echan las redes y se produce el
milagro de coger una buena cantidad de peces, Juan nos da hasta el número,
153 peces y, la red no se rompió. Si
bien al comienzo no lo reconocen,
obedecen al desconocido que está en la playa, y les pide algo para
desayunar; echan las redes y cogen una buena redada. Pero en clave de fe,
será el desconocido quien les invite a comer pan y pescado una vez llegados a
la orilla: “Es el Señor”, dice Juan a Pedro (v.7). Jesús toma el pan y se los
da, lo mismo hizo con el pez, es entonces cuando lo reconocen, sus gestos lo
delatan. Es el Señor, el título que el Padre le entrega luego de su Pasión y
confirma la fe pascual de la comunidad en ÉL. En este evangelio la misión que les encomienda el
resucitado está envuelta en el símbolo de la pesca, la red y los peces que
cogieron esa noche por mandato de Jesús. Ellos eran pescadores, de hombres
les mandó Jesús (Mt. 4, 19), tarea que hoy continúa La cena que presidió Jesús, clave eucarística, es
el otro elemento de la misión sin el cual se hace infructuosa toda obra en Para el místico Juan de SABADO DE Lecturas: a.- Hch. 4,13-21: Obediencia a Dios b.- Mc. 16, 9-15: Id al mundo entero y predicad el
evangelio. c.- S. Juan de Pedro y Juan, son amenazados y el Sanedrín, les prohíben hablar en nombre de
Jesús. Reconocen que han obrado un signo en el lisiado, que el pueblo está
maravillado con ellos y que se han convertido en un peligro para el templo y
la religión. La presencia del lisiado ahora de pie es clave, acompañando a
los apóstoles en todo este asunto. Al mandato de no hablar de Jesús, ellos
reaccionaron así: “Mas Pedro y Juan le respondieron: Juzgad si es justo
delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. No podemos nosotros
dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (vv. 19-20). La valentía y la
audacia caracterizan los comienzos de la actividad apostólica, obra de la
gracia y colaboración de estos dos intrépidos testigos. La obediencia vivida
por ellos es a Jesucristo, el Señor, única autoridad que hay en El evangelio es una síntesis de Marco donde
encontramos tres apariciones del resucitado: a Las apariciones, son un signo de la resurrección
de Jesús, confirman su sepulcro vacío, avalan la fe de los apóstoles y luego
de la comunidad eclesial, es decir, la fe que recibimos, aunque es un hecho
sólo percibido desde la fe. Estas apariciones son como la cara visible, de un
contenido mucho más profundo de lo que pensamos, son la puerta del kerigma o
anuncio de la fe. No es una biografía o retahíla de hechos históricos
exactos, sino un dato de fe, hay un sustrato histórico de acontecimientos que
realmente sucedieron. El dato histórico es que las apariciones del
Resucitado, transforman la vida de sus discípulos, es un encuentro con
Aquel que conocieron y murió
crucificado, y que ahora vive. Las apariciones son a personas determinadas,
como a grupos de sus seguidores. La diversidad de relatos de la resurrección y
apariciones, más que crear confusión, responde a las diversas tradiciones
orales que las comunidades recibieron de los apóstoles. Cada una de ellas guardó aquello que
recibió, no se preocuparon con criterio histórico, de organizarlas, sino que
simplemente las confirmó; lo que les da mayor autenticidad y riqueza
kerigmática. El esquema común a todas ellas es el que sigue: la iniciativa
siempre la lleva Jesús, en principio no es reconocido hasta que da signos que
los discípulos conocen de su Maestro; más tarde se produce el proceso o camino
de fe que termina con el reconocimiento de Jesús resucitado y todo termina
con la misión que les encomienda el Señor.
Los apóstoles que escribieron, dejaron huellas,
más que personales su propio
itinerario de fe hasta reconocer en Jesús de Nazaret, al Cristo de la fe, más
aún al Maestro muerto y ahora resucitado. Sus narraciones acerca de las
apariciones son todo un núcleo de fe al que los cristianos de hoy debemos
acudir, como fuente de luz y gracia, donde beber el agua de la vida nueva,
para ser también depositarios del kerigma. Si el kerigma primitivo se conservó y ha llegado a
nosotros es por obra del Espíritu Santo que embiste como llama de amor al
alma del creyente, noticia amorosa de la vida nueva en el Espíritu del
resucitado, pero se encuentra con las escorias del pecado y mientras no se
purifique el hombre de todo lo que no es Dios, dice el místico (3 S 16,2), no
podrá gozar en la voluntad transformada por el fuego de amor divino que
invade su existir. Si queremos esta vida nueva, debemos abandonar al hombre
viejo, con su existir caduco, se trata
de tener vida de resucitados en la mente y en el corazón. Fr. Julio
González C. OCD |
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Caminando con Jesus |