“CONFIANZA” Sobre la Libertad
que nos ha dado Dios para Confiar en El Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. ABRAHÁN, MODELO DE CONFIANZA EN DIOS Si
hay alguien que es modelo de confianza en Dios y que es capaz de confianza
plena, entrega ilimitada, y que sobresale por sobre muchos en el Antiguo
Testamento, es Abrahán, por eso también se le ha llamado el padre de la fe, y
el padre de los creyentes. "Creyó en el Señor, y el Señor le consideró
como un hombre justo" (Gn 15,6).
La confianza en Dios lo lleva a esperar lo imposible, es decir, un hijo en su
ancianidad (Gn 18,4). En
efecto, es extraordinario como un hombre que ya está en la ancianidad, con la
vitalidad reducida por los años, se transforma en vida en virtud de su
confianza en Dios, El (Abrahán)| esperando contra toda esperanza, creyó y fue
hecho padre de muchas naciones según le había sido dicho: Así será tu
posteridad. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía
unos cien años - y el seno de Sara, igualmente estéril. Por el contrario,
ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien,
fortalecido en su fe, dio gloria a Dios, con el pleno convencimiento de que
poderoso es Dios para cumplir lo prometido.
(Romanos 4, 18-22). Abrahán, por encima de toda esperanza humana, en
su ausencia de vacilación, en su persuasión firme de que Dios es capaz de
realizar todo lo que ha prometido, de forma que Abrahán se convierte en el
amigo de Dios. “Dichoso el hombre aquel que en el Señor pone su
confianza” (Salmos 40,5) Todo
sería distinto en nosotros, si fuéramos capaces de depositar en Dios la misma
confianza que abrigó en su vida nuestro padre de la fe. Y donde está la
dificultad? Porque nos cuesta tanto confiar en Dios? 2.
PARA CONFIAR, SE
REQUIERE UNA CONDICIÓN DE HUMILDAD, La confianza en Dios supera los límites y
las impugnaciones de la razón humana, renunciando a contar con uno mismo.
Cuando el hombre, a pesar de todo cuanto le pueda suceder, está consciente de
su propia incapacidad, de la insuficiencia de cualquier garantía humana,
incluso milagrosa -siempre abierta a seductoras explicaciones racionales-,
duda de sí misma, entonces se abre a la intervención divina, para lo cual
solo se requiere tener un corazón bien dispuesto y humilde. Modelo de esto,
es el de María, que es proclamada "dichosa por haber creído que se
cumplirían las cosas que había dicho el Señor..., que se ha fijado en la
humilde condición de su esclava" (Lc 1,45 Lc 1,48). Es así, como para confiar, hay que sentir
de corazón que se tiene y se vive una condición de humildad, y por sobre todo
no gloriarse en sí mismo; “a fin de que, como dice la Escritura: El que se
gloríe, gloríese en el Señor”. (1 Corintios 1, 31). Esta actitud permite
recibir el don que el Padre hace de sí mismo al hombre en Jesucristo. Pero en todas partes nos encontramos con
personas autosuficientes que no sienten la necesidad de confiar en Dios. En
efecto, cuando el hombre se siente muy seguro de sí mismo, en el sentido de
que se razone y se cree autosuficiente, satisfecho de las obras que hace, se
acepta en la propia grandeza, rechaza la sabiduría divina y prefiere vivir la
sabiduría de este mundo, se está cerrando a la salvación que nos ha traído y
explicado de Cristo a través de los Evangelios. Es común ya en estos tiempos oír que la
predicación del Evangelio, es una majadería y una tontería sin sentido, pero
esto no es nada nuevo, San Pablo (Cfr.1Corintios 1,17-31), cuando se refiere
al “Escandalo de la Cruz”, porque
predicamos a un Cristo crucificado, se encontró con las mismas objeciones de
los que no creían y no confiaban en su predicación, donde para los judíos era
un escándalo y para el resto una estupidez, por tanto la predicación de la
cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan -
para nosotros - es fuerza de Dios. (1
Corintios (SBJ) 1, 18) 3.
LA CONFIANZA QUE
JESÚS PROPONE SUPERA LA INTELIGENCIA HUMANA. La adhesión al amor absoluto sólo es
posible a la confianza; creer es un acto libre, es un querer creer, como se
deduce de los milagros. Es algo que provoca la confianza en Jesús, como en el
caso del en aquel ciego de Jericó, mendigo que estaba sentado junto al camino
que se pone a gritar, a pesar de los reproches de la gente y que al enterarse
de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten
compasión de mí! (Marcos 10, 46). Otro
caso destacable, es la reflexión secreta de la mujer tímida y desconfiada,
segura, sin embargo, de que podrá curarse por el sólo contacto con el manto
de Jesús; “Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré”. (Marcos
5, 28). Sumemos también otros ejemplos tales como la petición de perdón, con
sus gestos, de la pecadora poco preocupada del juicio de los presentes quien
al saber que estaba comiendo Jesús en casa del fariseo, le llevó un frasco de
alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a
llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza
se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. (Lucas 7, 37). Son muchos los ejemplos que podemos
observar donde se pone la total confianza en el Señor, y es admirable como
algunos llegan a tener certeza del poder de Jesús sobre el mal, como la que
nos muestra el oficial romano que tenía un criado enfermo y que expresa; “Señor, no te molestes, porque no soy digno
de que entres en mi casa por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu
encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. (Lucas (SBJ) 7, 6-8). Pero uno de los llamados a la confianza más
importante que nos ha enseñado Jesús, es aquel recurso infalible a la fuerza
de Dios que es la oración: " Por eso les digo:
todo cuanto pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo
obtendrán”. (Marcos 11,24) 4.
CREO SEÑOR,
CONFIO EN TI La confianza en el Señor, creer en él, nos
hace una natural atracción, que se llega a convertir en adoración, un impulso
hacia la persona de Jesús, que se convierte en fervor como aquel padre del
ciego de nacimiento, al cual Jesús le abrió los ojos con barro y al volverse
a encontrar con Jesús le respondió: “Creo, Señor” Y se postró de rodillas
ante él. (Juan 9, 38). Jesús exige que nos fiemos de su persona a través de
la aceptación de su testimonio. Y así es como nos dice; El que es de Dios,
escucha las palabras de Dios; y luego nos advierte; si ustedes no las
escuchan, es porque no son de Dios.
(Juan 8, 45). Mientras estuvo en Jerusalén, creyeron
muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. No obstante, Jesús no
se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se
le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el
hombre y las dificultades que hay para que le tengan confianza. (Juan 2,23).
Por esa razón, Jesús nos va a preguntar siempre; ¿Crees esto?, como le
preguntó a Marta el día que resucitó a Lázaro y donde ella le dice; “Sí,
Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al
mundo. (Juan 11, 27), y la respuesta
de Jesús es una de las contestaciones más sorprendente de todo el Evangelio,
y nos debe hacer reflexionar profundamente, “¿No te he dicho que, si crees,
verás la gloria de Dios?” (Juan 11,
40). Y si nos falta confianza en Jesús, no
tengamos miedo en pedirla, como aquel que le trajo un hijo que tenía un
espíritu mudo, y tímidamente le dice al Señor si algo puedes, ayúdanos,
compadécete de nosotros, y entonces Jesús le dijo: “¡Qué es eso de si puedes!
¡Todo es posible para quien cree!” y a instante, gritó el padre del muchacho:
“¡Creo, ayuda a mi poca fe!” (Marcos 9,23) 5.
LA LIBERTAD DEL
HOMBRE PARA CONFIAR EN DIOS Somos absolutamente libres para depositar
nuestra confianza en Dios, y solo si tenemos fe en El, podemos sentir como él
se nos revela. No hay otro modo, creemos en Dios y entonces somos capaces
para abandonarnos en sus manos de forma totalmente libre, prestándole la
total aprobación del intelecto, de la voluntad y consintiendo libremente en
la revelación que él nos hace. Solo mediante este abandono y confianza en
Dios, es cuando podemos fundamentar en nosotros, en el corazón, en el alma y
en la razón, la existencia en Dios mismo, apoyados por el misterio de su
palabra y de su gracia. Esta es la libertad que nos ha dado Dios,
renunciar a vivir de la confianza en sí mismo, como en los demás hombres o en
el mundo, para abandonarse absolutamente al Dios. Evidentemente, todo esto, que para muchos va a resultar
muy discutible, va más allá del horizonte de la inteligencia humana y acepta
como verdad absoluta la revelación de Dios en Cristo y se abandona a la
gracia de Dios como garantía única de salvación. Todo esto implica una
decisión que puede ser considerada como valerosa, porque superamos la tensión
que nos pone el razonamiento, y preferimos la confianza y abandonarnos al
Señor. “En esto está la confianza que tenemos en
él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos
que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que
hayamos pedido”. (1 Juan 5, 14-15) El
Señor, nos alimente de Fe Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Fuentes: Biblia de Jerusalén Diccionario Teológico Ravasi Publicado en este
enlace de mi WEB: REFLEXIONES
INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS |
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