EL
SINDROME DE SER DIOTREFES “ese
que ambiciona el primer puesto entre ellos y no recibe a sus hermanos” Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
COMENTARIO A LA TERCERA CARTA DE SAN
JUAN, CARTA QUE ESCRIBE A SU QUERIDO AMIGO GAYO Servir a los hombres es nuestro gran propósito como cristianos, ese es
nuestro lema, y ese debe ser el actuar del que esta jerárquicamente más
arriba. Ser servidor de todos, es el ejemplo que se debemos seguir si se nos
ha encomendado un cargo superior. Sin embargo, penosamente, siempre hemos
tenido en nuestra amada Iglesia personajes que desvirtúan las enseñanzas y
los ejemplos de Jesús y se hacen o buscan ser superior a los demás para ser
servidos. En la tercera Carta de San Juan, capitulo único, le escribe a su
querido amigo Gayo, quien no tiene ningún cargo eclesiástico, no obstante
acoge y con gran generosidad a sus hermanos y peregrinos, al contrario del
Obispo, un tal Diotrefes, que ambiciona la primacía entre ellos y no los
recibe. Tercera Carta de San Juan (3 Juan 1, 1.15) El presbítero, al amado Gayo, a quien amo en la verdad. Querido, deseo que en todo prosperes y
goces de buena salud, así como prospera tu alma. Mucho me alegraré con la venida de los hermanos y con el testimonio de
tu verdad, es decir, de cómo andas en la verdad. No hay para mí mayor alegría
que oír de mis hijos que andan en la verdad. Querido, bien haces en todo lo
que practicas con los hermanos y aun con los peregrinos; ellos hicieron el
elogio de tu caridad en presencia de la iglesia. Muy bien harás en proveerlos
para su viaje de manera digna de Dios, pues por el nombre partieron sin
recibir nada de los gentiles. Por tanto, debemos nosotros acogerlos para ser
cooperadores de la verdad, He escrito a la iglesia; pero Diotrefes, que
ambiciona la primacía entre ellos, no nos recibe. Por esto, si voy allá, le
recordaré las malas obras que hace, diciendo desvergonzadamente contra
nosotros cosas falsas. No contento con esto, no recibe a los hermanos, y a
los que quieren recibirlos se lo prohíbe y los echa de la iglesia. Querido,
no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien, es de Dios; el que
obra el mal, no ha visto a Dios. De Demetrio todos dan testimonio, y lo da la
misma verdad, y nosotros mismos damos testimonio, y tú sabes que nuestro
testimonio es verdadero* Muchas cosas tendría que
escribirte, pero no quiero hacerlo con tinta y cálamo; espero verte pronto, y
hablaremos cara a cara. 2. EL
AMADO GAYO, ES EJEMPLO DE LO QUE NECESITA HOY LA IGLESIA Juan comienza la carta: “El presbítero, al amado Gayo”. El título de “el presbítero”, es una
auto-designación del apóstol Juan, y va dirigida al “amado Gayo”. Revisando los textos de los especialistas,
hay coincidencia de que no se sabe quién era ese Gayo, porque el nombre era muy
común en el ambiente greco-romano de aquella época, aparecen citado personas
con este nombre en Romanos 16, 23 “Os saluda Gayo, huésped mío y de toda la
Iglesia” y en el motín de los orfebres, Hechos 19,29 y como acompañante de
Pablo cuando regresa a Macedonia, Hechos 20,4. Según los eruditos, el Gayo al
cual le escribe Juan, no se puede identificar con ninguno de ellos. Entonces quién es este Gayo?. Probablemente era un laico rico
perteneciente a una iglesia del Asia Menor a la que San Juan ya había dirigido
otra carta como lo expresa en versículo 9; “He escrito a la iglesia”.
También se deduce, versículo 8, que Gayo había permanecido fiel al apóstol; “Por
tanto, debemos nosotros acogerlos para ser cooperadores de la verdad”, todo
esto, sin dejarse impresionar por la actitud del ambicioso obispo local
llamado Diotrefes. “He escrito a la iglesia; pero Diotrefes, que ambiciona la primacía
entre ellos, no nos recibe”. Por lo que escribe San Juan, Gayo
es un hombre muy acogedor con “hermanos” y “peregrinos” que van por el
mundo, había dado generosa
hospitalidad a los misioneros itinerantes enviados por él, por lo que Juan
está muy contento; “Querido, bien haces en todo lo que
practicas con los hermanos y aun con los peregrinos” y así lo testimonian aquellos que fueron
atendidos por él; “ellos hicieron el elogio de tu
caridad en presencia de la iglesia”. Su fidelidad y generosa conducta le
merecieron que el apóstol le escogiese para transmitir a sus amigos fieles
sus órdenes, aunque no debía ocupar ningún cargo eclesiástico. Por lo demás,
me parece que no es indispensable un cargo eclesiástico para trabajar por
Cristo. Otro aspecto notable, es que San Juan lo llama cuatro veces con mucho
cariño, primero lo llama “amado Gayo” y luego tres veces “Querido”.
Esto nos habla del amor del apóstol, que se funda en motivos de orden
sobrenatural. Se destaca bien en esta carta “al amado Gayo, a quien amo en
la verdad”, que Juan amaba a
Gayo en la verdad, es decir, en Cristo. Este amor le lleva a interesarse
vivamente por su salud y prosperidad; “Querido, deseo que en todo prosperes y
goces de buena salud, así como prospera tu alma”. Le desea que su
situación material y física sea tan próspera como su situación espiritual.
Esto no quiere decir que Gayo estuviese enfermo, es decir se trata únicamente
de una fórmula epistolar frecuente de aquella época, que expresa el deseo de
que le vaya bien a uno en sentido general. 3. QUERIDO,
BIEN HACES EN TODO LO QUE PRACTICAS CON LOS HERMANOS Y AUN CON LOS PEREGRINOS Esta tercera carta de San Juan muestra un carácter totalmente
personal, casi se puede decir que se asemeja a una carta privada. Contiene
únicamente el nombre del que escribe y el del destinatario. En esta carta,
San Juan, habla de por qué han de proveer generosamente a los misioneros “hermanos” y “peregrinos” que van por el mundo
llevando el mensaje de Cristo, es así como le pide a sus querido amigo; “Muy
bien harás en proveerlos para su viaje de manera digna de Dios”. Escribe
San Juan que los hermanos partieron por el nombre sin recibir nada de los
gentiles. Para los cristianos, el nombre no designa únicamente a Dios, sino
también, y de una manera especial, a Dios hecho hombre, a Jesucristo, Hijo de
Dios. En el Nuevo Testamento, el nombre de Jesús está por encima de todo
nombre; “Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre
todo nombre”. (Filipenses 2,9) y los apóstoles llegan hasta sufrir
azotes por amor de este nombre; “Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín
contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el
Nombre”. (Hechos 5,41), es así como
San Juan le pide a Gayo; “Por tanto, debemos nosotros acogerlos
para ser cooperadores de la verdad”, esto es, deben ser recibidos
como el Señor, pues eran enviados de los apóstoles y de las iglesias. Estos
misioneros viajaban sin aceptar nada de los paganos, cumpliendo a la letra la
recomendación del Señor: “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”. (Mateo 10,8).
También San Pablo y los demás apóstoles cumplían el mandato del Señor, no exigiendo
nada por su predicación; “Pues recordáis, hermanos, nuestros trabajos y
fatigas. Trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros,
os proclamamos el Evangelio de Dios” (1 Tesalonicenses 2,9). Así podían
anunciar más libremente y sin sospecha de lucro la palabra de Dios. Por eso, San Juan, hablando en nombre de toda la Iglesia, se coloca él
mismo entre los que tienen la obligación de acoger a los predicadores de la
verdad: “Debemos nosotros acogerlos para ser cooperadores de la verdad”.
El deber de predicar el Evangelio obliga a todos los cristianos. Por
consiguiente, los que no puedan cumplir ese deber personalmente han de ayudar
al misionero en sus necesidades especialmente materiales. En todas las
épocas, los verdaderos cristianos han sentido la necesidad de la cooperación
misionera. Jesucristo había prometido recompensas especiales a los que acojan
y ayuden a sus enviados; “Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me
recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por
ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por
ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan
sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os
aseguro que no perderá su recompensa”.
(Mateo 10, 40.42). 4. DIOTREFES,
EL OBISPO AMBICIOSO Y SIN CARIDAD En la iglesia a la que pertenecía Gayo hay una gran sombra, que parece
oscurecer un tanto los actos virtuosos de Gayo y de los demás fieles.
Diotrefes, el obispo de aquella iglesia, no cumple con los deberes de caridad
y hospitalidad para con los misioneros itinerantes. “He escrito a la iglesia; pero
Diotrefes, que ambiciona la primacía entre ellos”. Debía de ser un
hombre ambicioso, muy pagado de su autoridad y que no hacía caso de las
advertencias del apóstol, pues éste le había escrito ya una carta, que no
había hecho efecto alguno sobre el jefe de la comunidad. De Diotrefes sólo sabemos lo que nos dice San Juan. Era un hombre que
ambicionaba el primer puesto entre los miembros de la iglesia.
“ambiciona la primacía entre ellos”. El apóstol le debió de escribir para
recomendarle los misioneros, pero no había hecho caso alguno de la carta.
Diotrefes se debía de oponer a mantener los misioneros ambulantes enviados por
San Juan; “no nos recibe”. Además, llegaba hasta prohibir que se les
diese hospitalidad; siendo la hospitalidad una cualidad requerida para llegar
a ser obispo: San Pablo dice que “Es, pues, necesario que el obispo sea
irreprensible, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para
enseñar, ni bebedor ni violento, sino
moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, (1 Timoteo 3, 2). Y Diotrefes llevó su
oposición hasta arrojar de la iglesia a los que, como Gayo, los recibían en
su casa. Se trata, por consiguiente, de un pastor ambicioso y egoísta, que se
oponía al anciano apóstol, el cual le amenaza con una pública amonestación si
le obliga a trasladarse allá El apóstol no cede ante la rebelión de un subordinado. Si es
necesario, irá en persona para denunciar ante la comunidad las malas obras y
palabras de Diotrefes e imponer las sanciones convenientes; “Por
esto, si voy allá, le recordaré las malas obras que hace”. Parece que
dicho personaje intrigaba y agraviaba
al apóstol San Juan, hablando en contra de él a causa de su manera de
proceder en los problemas misionales. No contento con esto, se negó a recibir
y ayudar a los misioneros; “No contento con esto, no recibe a los
hermanos” a lo que estaba obligado por su puesto de obispo. Se oponía
de este modo al mandato del Señor de “amarse los unos a los otros”. E incluso
impidió la práctica de la hospitalidad a otros cristianos que deseaban
recibir a los misioneros en sus casas. “y a los que quieren recibirlos se lo
prohíbe” Y a los que, a pesar
de todo los recibieron, “los echa de la iglesia”. Este
acto de echarlos de la iglesia no parece implicar una excomunión en sentido
moderno, sino que posiblemente les impedía la asistencia a las reuniones y
asambleas de la comunidad. Esta forma de ser de este superior, producía mucho daño viniendo del
jefe de una comunidad. Por eso, San Juan exhorta a Gayo; “Querido, no imites lo malo,
sino lo bueno” y a todos los
buenos cristianos a seguir lo bueno y a no imitar lo malo, aunque sea
practicado por alguien que tenga autoridad. Porque; “El que obra el bien, es de
Dios;”, esto es, posee en sí
un germen divino, la gracia, y después la vida eterna. En cambio,
“el que obra el mal, no ha visto a Dios”, no lo ha conocido: “Todo el
que permanece en él, no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni
conocido”. (1 Juan 3,5), no vive en
comunión vital con El; En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del
Diablo: “todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no
ama a su hermano”. (1 Juan 3,10). Los árboles se conocen por sus frutos; y
del mismo modo los hijos de Dios y los del demonio se reconocen por sus obras
buenas o malas; “Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo
da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol
malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y
arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis”. (Mateo 7, 18-20) 5. LA
SIMPÁTICA FIGURA DE DEMETRIO En contraste con la imagen sombría de Diotrefes aparece la simpática
figura de Demetrio, “De Demetrio todos dan testimonio, y lo da
la misma verdad, y nosotros mismos damos testimonio, y tú sabes que nuestro
testimonio es verdadero”. Al parecer debía de ser uno de los
misioneros itinerantes, tal vez el jefe de todo un grupo, o bien el portador
de la carta. De todas formas era un hombre de confianza del apóstol, como se
ve por las alabanzas que le dedica. San Juan dice a Gayo que de Demetrio
todos dan buen testimonio, y lo da la misma verdad, es decir, Dios, que se ha
manifestado en Jesucristo, y el Espíritu Santo, mediante sus carismas. La
verdad atestigua en favor de Demetrio en el sentido de que basta contemplar
su conducta intachable para ver que marcha por el buen camino. Como
confirmación de los testimonios anteriores, San Juan añade el suyo propio. El
apóstol predilecto gusta de apelar a la veracidad de su testimonio en los
momentos más importantes de sus escritos: “El que lo vio lo atestigua y su
testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros
creáis”. (Juan 19, 35). El testimonio
del viejo apóstol debía de ser de gran peso en toda la Iglesia. 6. EL
SINDROME DE DIOTREFES ¡Y tú andas buscándote grandezas! No las busques (Jeremías
45, 5) “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de
todos.” (Mc 9, 35). Nos ha pedido
Jesús, ser auténticos servidores, útiles a los demás, interesarnos por
nuestros hermanos, no es fácil, pero eso es lo que nos instruyó Jesús con su
ejemplo, “No vine a ser servido, sino a servir”. Es así como nuestro Señor
Jesucristo nos dice que el que quiere ser el primero debe hacerse el último
de todos y el servidor de todos. Esta es su enseñanza, y esta es nuestra
oportunidad para cumplir nuestra misión de servicio a nuestros hermanos. “Quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en
las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame
"Rabbí". (Mt 23,6), “Vete a sentarte en el último puesto, (Lucas
14, 10), Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se
humille, será ensalzado.” (Lucas 14,
11) El que busca ser servido, desvirtúa las enseñanzas y los ejemplos del
Maestro, servir es nuestro gran propósito como cristianos, ese es nuestro
lema, ese debe ser el actuar del que esta jerárquicamente más arriba, es el
ejemplo que se debemos seguir si se nos ha encomendado un cargo superior, así
los dice Nuestro Señor Jesucristo, “El mayor entre ustedes será el que los
sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”,
El Señor fue el ejemplo; “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón
porque lo soy. Si yo el Señor y Maestro, le he lavado los pies, ustedes
también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado este ejemplo, para
que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Juan 13, 13,-15) San Pablo, nos enseña: “Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria,
sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí
mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás”. (Filipense.
2,3) Miremos nuestro interior y no seamos un tal “Diotrefes”, pero además
tengamos cuidado para reconocerlo, porque estos por lo general, son pujantes
batalladores, y muy hábiles defensores de su conducta. Por cierto, siempre
tienen alguna justificación a mano, en especial cuando defienden que en ellos
se ha delegado la responsabilidad de mandar y conducir, y utilizan argumentos
con principios adornados de moralidad y falsa prudencia en nombre de la
fraternidad y la buena convivencia a fin de seducirte con actitudes que no
son otra cosa que “cantos de sirenas”. Tengamos cuidado, y apretemos
fuertemente a nuestro corazón al Evangelio y a todos su principios, de esa
forma estaremos siempre al lado de la verdad, pero atentos, el Evangelio no
se interpreta al gusto de cada uno ni se acomoda, se interpreta como Jesús lo
enseñó, Él es el Maestro. “Si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí
mismo. (Gálatas 6,3) Y de parte de los
que eran tenidos por notables - ¡qué me importa lo que fuesen!:(Gálatas 2,
6), es decir los que tenían reputación de ser algo y que lo que hayan sido en
otro tiempo nada me importa (Gálatas 2:6).
Porque es un desatino la de engrandecerse a uno mismo, ¿no es acaso
Cristo mi esencia?, ¿Es él o soy yo?, ¿Mi sentimiento son enaltecer a Cristo
para ensalzarme a mí mismo? Diotrefes rechazó la carta de Juan, en ese minuto él era ya un
anciano, y además el único apóstol que quedaba con vida. Juan le escribía
esto al Presbítero querido Gayo a quien amo según la verdad. (3 Juan 1), y
hoy nos escribe también a nosotros, para que de algún modo comprendamos que
no debemos dejarnos seducir y guiar por aquellos que gustan de ser los
primeros para manejarlo todo y también a todos. “La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los amigos en
particular”. El Señor nos Bendiga y nos cuide Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant BIBLIOGRAFÍA Los textos
bíblicos están tomados de la Sagrada Biblia de Jerusalén y de la Biblia
Comentada Nácar - Colunga Consultas al
Diccionario Teológico RAVASI y Enciclopedia Católica Páginas WEB.
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