SALUDO DE
ADVIENTO “MARA NA THA, ven Señor Jesús”
(Ap 22,20). Autor: Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant |
1. ES TIEMPO, ES UN GRAN REGALO Este domingo 2 de diciembre, comenzó un nuevo
año litúrgico, hemos vuelto al Ciclo C, hemos regresado al tiempo del
Adviento y hemos retornado al tiempo que es un despertar en nosotros a la
esperanza, es la hermosa fecha de la espera de la llegada de Jesús. Es así,
como en este período del año litúrgico de Adviento y luego Navidad,
recordamos un evento sucedido, es decir advenido; nace en la ciudad de David,
un salvador, que es el Cristo Señor;
(Lucas 2, 12), es la venida en la historia del Mesías, el Hijo de
Dios, que asume nuestra misma carne de la Virgen María, por obra del Espíritu
Santo. Al mismo tiempo, el Adviento nos anuncia otro evento-adviento de gran
importancia, la espera de la segunda venida de Cristo en su gloria, al final
de los tiempos. Es tiempo, es un gran regalo, para recordar
lo que el Señor nos ha dicho en el Evangelio de San Mateo de este domingo,
estar prevenidos, porque no sabemos qué día vendrá el Señor, tiempo para la
espera y, sobre todo, tiempo de estar alerta. También es un tiempo para
entender mejor el sentido de la primera venida de Cristo, meditar y
reflexionar porque ha cambiado con su venida y presencia, con sus enseñanzas
y su Palabra el curso de la historia, es además tiempo para reflexionar sobre
nuestro recorrido humano en las historia del hombre de estos ya 20 siglos de
fe cristiana. 2. TIEMPO DE MUCHA REFLEXIÓN Por tanto, es así como este tiempo de mucha
reflexión, estamos invitados a vigilar nuestra actitud de vida, san Pablo nos
habla en Rom 13, 11-14; “Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora
de que se despierten, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros
que cuando abrazamos la fe”, también para estar prontos y así recibir al
Señor, del cual sabemos que vendrá al final de los tiempos, tiempo del cual
no estamos ajeno, es hoy y mañana, el vendrá para manifestar la gloria del
Padre y pronunciar el juicio sobre la historia y sobre cada hombre y cada
mujer, donde cada uno mirando cara a cara y a los ojos, habremos de dar
cuenta de si hemos cumplido con amar a nuestros hermanos o nos hemos dedicado
hacerle daño con obras o con indiferencia, porque como dice el santo Padre
san Juan de la Cruz, a la tarde de la
vida seremos juzgado por el amor, amor a Dios y en el a los hombres. Este
juicio será, ciertamente y no debemos dudar, rico en misericordia, porque
Dios conoce la debilidad del hombre y la auxilia, pero la misericordia de
Dios tiene su fuente en la justicia, y auxiliara a aquellos que han sido
lastimados, por tanto, debemos estar consciente en este tiempo y en adelante,
estar iluminado por intenciones profundamente noble y que estás guíen y
alumbre por siempre el camino de nuestra vida. No obstante, no debemos estar temerosos, este
tiempo no es tiempo de asustarse, todo lo contrario, es de una anhelante y
alegre espera, es una vigila de esperanza y esta se hace en oración íntima y
de amistad, dirigida a quien más nos ama y que sabe de nuestras necesidades,
pero también, es de ayuda a las necesidades de los hermanos, donde primero
atendemos a los más próximos, es decir a la propia familia, nuestros padres,
nuestros hijos, nuestros hermanos y luego la hacemos extensivos a nuestros
amigos, a los pobres, los pequeños, los marginados, los enfermos, los
exiliados, los sin trabajo, a los que están privado de libertad, es fin, a
todos cuanto están a nuestro alcance tenderle una mano, como se la extendería
el mismo Cristo. 3. ESTA ESPERA Y VIGILANCIA, SE NUTRE DE UNA FE HERMOSÍSIMA En efecto, la espera de Cristo no la hagamos
solo, ni pensando que el viene solo por mí, al contrario, el mismo Señor nos anima a
salir a su encuentro, por lo que nosotros mismos salgamos de nuestra
rutina para ir a encontrarlo en el mundo, allí donde está la desesperanza,
donde están los que más sufren en esta egoísta humanidad que ha encumbrado
los ídolos del egoísmo, la envidia, la arrogancia y todo aquellos que nos
hace alejarnos de Dios. Esta espera y vigilancia, se nutre de una fe
hermosísima pero a la vez recia, donde con energía, caminamos hacia la
montaña de Dios, de la cual nos ha hablado este domingo Isaías, (ls 2,1-5) el
cual nos invita a animarnos a continuar caminando hacia el montaña de Dios,
al que son invitados todos los pueblos. 4. TIEMPO BENDECIDO POR DIOS También recordemos, el Adviento como un tiempo
bendecido por Dios, que se nos da como regalo para que despertemos del
adormecimiento y de la costumbre de olvidarnos de la oración, gran arma que
nos regaló Cristo para no caer en la tentación. (Cfr. Lc 2,46). Por tanto, en
este bendecido tiempo, pidamos se nos conceda liberarnos de tantas cosas
mundanas que no sólo nos retrasan y amargan en el camino hacia Dios y lo
hacen más difícil. Porque subir a lo alto, con un peso a las espaldas y si en
animo de la oración, el camino se nos pone difícil. Observemos el Adviento, pues, como un cambio
de estación. Es necesario procurar atención a lo que nos ocupa, a lo que
colma nuestra vida, de manera que no vaya ser que tarde descubramos que no
estamos preparados para vivir este hermoso tiempo que se nos ha concedido, o
que desperdiciamos las ocasiones que Dios nos ofrece para prepararnos y de
ayudarnos con la oración y el dialogo al mundo para la segunda venida de
Cristo. 5. LA ILUSIÓN Y LA ESPERANZA CRISTIANA, QUE ESTE ADVIENTO
NOS PIDE VIVIR Finalmente, que esta espera hecha de
vigilancia, de ser solidarios con todos, nos permita volver abrazarnos con
aquellos que hemos perdido la paz, como canta el Salmo 121; “Por amor a mis
hermanos y amigos, diré: La paz esté contigo. Por amor a la Casa del Señor,
nuestro Dios, buscaré tu felicidad”, que sea tiempo de oración, caridad, fe
del que sabe ir al encuentro de Cristo con segura esperanza. Que la ilusión y la esperanza cristiana, que
este Adviento nos pide vivir y gozar, no sea la espera inútil de que suceda
algo, al contrario, sea un amoroso darse qué hacer, día a día, esperando que
el Amado Jesús, que ya vino una vez, finalmente venga para siempre en su
gloria. Para que salga de nuestro corazón, el emocionado grito que nace del
corazón de la Iglesia: “MARA NA THA, ven Señor Jesús” (Ap 22,20). Cristo
Jesús, llegue a sus corazones Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Publicado en: http://www.caminando-con-jesus.org/adviento/ADVIENTO.htm |